Joselyn Chuquillanqui trabajó para Starbucks durante casi 7 años hasta que la empresa la despidió en julio.
La joven de 28 años sabía que esto podía suceder.
Aunque disfrutaba de su trabajo como barista, desde hacía un tiempo se había organizado con otros empleados de la cadena en Nueva York para unirse en un sindicato.
Poco después, asegura, su jefe comenzó a castigarla por faltas que pasaban por alto en otros colegas, como llegar unos minutos tarde a su entrada, a las 05:30 de la mañana.