En la pujante ciudad de Wichita, Kansas, Dennis Rader estaba considerado como uno de los vecinos que habían hecho algo bueno con su vida. Quienes lo conocían, y no eran pocos, lo respetaban por sus méritos y su conducta.
Casado durante más de treinta años con la misma mujer, padre de un hijo y una hija, condecorado en su juventud por servicios prestados al país en la Fuerza Aérea, licenciado en Administración de Justicia, líder de la agrupación de boy scouts local y presidente del Consejo de la Iglesia Luterana, se lo tenía como un ciudadano ejemplar.
Cuando hablaba en el templo los fieles bebían en silencio las verdades que surgían de sus labios, sus convincentes llamados a la paz y la hermandad eran conmovedores, y su prédica contra la violencia despertaba encendidas adhesiones.
Su prestigio social contrastaba con la pobre imagen de la policía de Wichita, cuestionada por los ciudadanos y los medios debido a la incapacidad que demostrada para frenar el accionar de BTK, el asesino en serie que, sin prisa y con algunas pausas que eran calmas que precedían tempestades, había sumado diez víctimas en casi tres décadas.
La policía no sospechaba quién era, las pistas eran las mismas y nunca llevaban a ningún lado. Sólo se lo identificaba por el modus operandi que le había valido el apodo. BTK eran las iniciales de Bind, Torture and Kill (atar, torturar y matar), precisamente lo que hacía, paso a paso y sistemáticamente, con sus víctimas.
Pero ni siquiera la policía le había dado ese nombre. Fue el propio asesino quien propuso ese apodo en una de las cartas que solía enviar a los uniformados y a los medios de comunicación después de cada crimen.
Porque además de matar, se burlaba de quienes trataban de capturarlo. Y parecía que no lo podrían detener nunca, pero lo perdió un error, quizás el único que cometió en casi tres décadas, motivado por el despecho, la necesidad de que se volviera a hablar de él y la soberbia.
Recién entonces se supo que el temible asesino en serie BTK que aterrorizaba a Wichita era el respetado diácono Dennis Rader.
Vidas paralelas
Rader nació Pittsburg, Kansas, en 1945, pero al ser dado de baja con honores de la Fuerza Aérea en 1970 se radicó en Wichita. Tenía 25 años, trabajaba como ensamblador en la fábrica de aviones Cessna y se inscribió en la carrera de Administración de Justicia de la Universidad Estatal de Wichita, donde se graduaría en tiempo récord.
En 1971 se casó con Paula Dietz, una chica descendiente de alemanes, con quien tuvo un hijo y una hija, Brian y Kerri.
Por ese tiempo comenzó a frecuentar la Iglesia Luterana, en la que con el correr de los años se convertiría en presidente de la congregación, y cuando su hijo tuvo edad para sumarse a los boy scouts lo acompañó como instructor.
Esa era la vida visible de Dennis Rader, la de un ciudadano común y respetable, aunque quizás un poco aburrido. Ni su mujer sabía que, desde antes de conocerla, tenía algunas prácticas secretas, como alcanzar el placer poniéndose al borde de la asfixia con una bolsa de plástico o imaginándose atado y torturado.
Tampoco nadie sabía que era un acechador consumado, que espiaba otras casas, de personas solas y de familias, a quienes transformaba en personajes de sus fantasías de violencia sexual. imágenes que luego utilizaba en sus fantasías secretas.
Hasta que un día empezó a hacerlas realidad.
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La familia Otero
Cometió su primer crimen en enero de 1974 y empezó a lo grande, con un cuádruple asesinato, el de una familia entera, a la que estudió durante meses antes de actuar. Para sí mismo, la llamó su “proyecto”.
Los cuatro miembros de la familia Otero estaban desayunando cuando Rader llamó a la puerta. Abrió Joseph, el padre, y se encontró con un hombre que le apuntaba con un revólver. Tal vez creyendo que se trataba de un robo común y corriente, Joseph retrocedió sin intentar nada.
Rader obligó al padre a atar a su mujer, Julie, y a sus dos hijos Joseph II, de nueve años, y Josephine, de 11. Luego él mismo ató a Joseph y ahí empezó el infierno.
Primero torturó a los padres simulando que iba a violar a los dos chicos. Eso duró un rato. Cuando se cansó del juego, le puso una bolsa de plástico en la cabeza a Joseph y la ató al cuello para que se asfixiara. Mientras el padre boqueaba, Rader se masturbó encima de la madre, a la vista de los niños. Una vez satisfecho, la asfixió estrangulándola con sus propias manos.
Después estranguló a Josephine con una soga que aflojó cuando la creyó muerta y finalmente asfixió al hijo más chico de la misma manera que al padre, con una bolsa de plástico en la cabeza.
Se estaba por ir cuando se dio cuenta de que Josephine todavía respiraba. Entonces la desató y la llevó al sótano de la casa, donde la terminó de estrangular y se masturbó encima de su cuerpo.
El cuádruple crimen fue descubierto recién al día siguiente por un vecino que se alarmó al no ver movimiento en la casa.
La policía no encontró testigos que pudieran describir al o los posibles asesinos, y después de ese primer crimen Rader no escribió ninguna carta.
La desorientación de los investigadores era total, y así siguieron por mucho tiempo.
Dos hermanos y una pausa
Ese 4 de abril de 1974, alrededor de la 1 de la tarde, Kathryn Bright, de 21 años, y su hermano Kevin, de 20, entraron al departamento de Kathryn y fueron sorprendidos por un hombre armado que obligó a Kevin a atar a su hermana para luego llevarlo a él a otro cuarto.
Cuando Rader intentaba pasar una cuerda por el cuello del joven, éste buscó resistirse y se trenzó en una pelea con el asesino, en la que pudo quitarle el revólver e intentó dispararle. Gatilló, pero el tiro no salió porque el arma tenía puesto el seguro. Kevin quedó desconcertado y Rader lo golpeó, recuperó el arma, le sacó el seguro y le disparó dos veces a la cara.
Lo dejó por muerto y volvió al living. Los disparos habían sonado fuerte, de modo que no tuvo tiempo más que para apuñalar tres veces a Kathryn y escapar.
Vecinos y policías encontraron a Kathryn y Kevin muy malheridos y los llevaron al hospital. Kevin sobrevivió, su hermana murió a las pocas horas.
Tal vez por el susto de un ataque fracasado, Rader no volvió a actuar durante casi tres años.
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Más crímenes y varias cartas
El 2 de marzo de 1977, Shirley Vian, de 26 años, estaba con sus tres hijos –dos varones y una nena de menos de seis años– cuando sonó el timbre. El mayor de los chicos abrió y Rader lo empujó con la mano izquierda mientras empuñaba un revólver con la derecha. Primero encerró a los chicos en el baño y después ató a la madre a una silla, le dijo que la mataría primero a ella y después a sus hijos, y finalmente la estranguló. Recién entonces le puso una bolsa de plástico al cadáver y se masturbó sobre él.
Años más tarde, en el juicio, Rader relató que estaba listo para matar a los chicos pero se asustó cuando sonó el teléfono y escapó.
El 8 de diciembre de ese mismo año volvió a matar. A las 9 de la noche entró subrepticiamente al departamento de Nancy Fox, de 25 años. La amenazó con un revólver, la llevó a la cama y la ató con sogas. Después se le subió encima y la estranguló con las medias. Una vez más, se masturbó sobre el cuerpo de su víctima.
En enero de 1978 envío una carta a un canal de televisión, Channel 10, donde por primera vez sugirió que lo llamaran BTK por las iniciales en inglés de atar, matar y torturar.
En la carta también explicaba su motivación criminal: “Me cuesta controlarme. Cuando este monstruo entra en mi cerebro, no sé. Quizá ustedes puedan pararlo. Yo no puedo. Él ya ha elegido a su próxima víctima”, decía.
También, por primera vez, decía que sacaba fotos de sus víctimas y que después las miraba para recordar sus sensaciones al cometer los crímenes.
Sería la última señal de la existencia de BTK en ocho años.
Recién en abril de 1985 Rader volvió a atacar e inició una nueva serie de asesinatos, los tres últimos de su carrera. Con el mismo modus operandi de siempre, el 27 de abril ató, torturó y mató a Marine Hedge, de 53 años; el 16 de septiembre de 1986 mató a Vicki Wegerle, de 28 años. Finalmente, en enero de 1991, asesinó a Dolores Davis, de 62 años.
Después de cada crimen, envió cartas a la policía adjudicándose los asesinatos y firmando BTK. En la última, se burló de los investigadores, dijo que nunca podrían capturarlo y aseguró que no volvería a asesinar.
La soberbia lo perdió
Dennis Rader cumplió con la promesa hecha en su última carta a la policía y con el correr de los años sus crímenes se convirtieron en un “cold case”.
Mientras tanto, el asesino BTK seguía con su impecable vida pública entrenando boy scouts, trabajando en el Departamento de Zonificación del condado y liderando el consejo directivo de la Iglesia Luterana de Wichita, donde seducía a todo el mundo con sus alocuciones.
La policía había renunciado a buscarlo y él no estaba dispuesto a renovar su raid criminal.
Así pasaron 13 años, hasta que enero de 2004, un diario de Kansas publicó un artículo sobre el 30° aniversario del cuádruple asesinato de la familia Otero, donde se decía que, aunque el caso seguía sin resolverse, “ya nadie se acuerda del asesino BTK”.
Por alguna razón, esa frase hirió el ego de Rader. Como respuesta comenzó a enviar paquetes con “recuerdos” que había guardado de las escenas de sus crímenes: identificaciones de las víctimas y fotografías de los asesinatos.
Fue uno de estos paquetes el que lo perdió. Contenía un disquette con fotografías de un crimen pero, en lugar de utilizar uno nuevo para grabar las fotos, Rader uso uno borrado sin percatarse que se le había escapado suprimir un archivo de Word guardado como “Dennis–Iglesia Luterana”.
Lo detuvieron y la comparación de su ADN con el encontrado en el semen y muestras de piel debajo de las uñas de una de sus víctimas no le dejó escapatoria. Dennis Rader era el asesino BTK.
Confesó diez asesinatos, a los que describió con lujo de detalles, y le dieron otras tantas condenas a prisión perpetua. Se salvó de la pena de muerte porque su último crimen databa de 1991 y la pena de muerte fue reinstaurada en Kansas recién en 1994.
En el juicio, su familia aseguró que jamás sospechó nada.
“Si mi madre, mi hermana o yo hubiésemos sospechado algo habríamos salido corriendo a la comisaría para denunciarlo”, dijo su hijo Brian en su declaración.TOMADO DE*infobae.com